sábado, 5 de junio de 2010

( 3 )

-Hija de mi corazón ¿Te gustó la trucha que te traje para el almuerzo?
-Oh, sí; estaba riquísima ¡Para chuparse las patitas!
-Lo sabía, Chanchi-Chu-Lín y no sabes cuánto disfruto viéndote comer con tanta alegría.

Y me complace tambien el que agradezcas siempre con humildad lo que de mí recibes, que por ser mi hija, simplemente mereces y que yo siento el dulce deber de darte.
Tu agradecimiento llena de regocijo mi corazón cual panal rebosando de miel.
-Li-kí...¿Es esto otro sermón?
-Pues... Bueno, creo que sí ¿Te aburro?
-No; dale.
-Pues, bien. Es esto lo que siento que debo decirte:
Que cada vez que te traigo algo o cada vez que te muestro o enseño algo, lo que estoy haciendo en realidad es regalarte siempre lo mismo, una y otra vez.
-¡Cómo! ¿Es decir que el pescado y las frambuesas son en realidad lo mismo?
-¡Jo, jo, jó! Casi, mi amor, casi.
-Me pillaste ¡Explícamelo!
-Bueno...
Esta mañana, mientras jugabas con las mariposas y los coleópteros, decidí bajar al río antes de que sintieras apetito.
Me ubiqué en una roca grande y plana, lejos de donde estaban los osos, pues tú ya sabes que les desagrada tenerme de vecino.
Mientras esperaba una buena presa me reía recordando el día que aprendiste a pescar. A pesar de que no tienes las garras ni los colmillos que yo poseo, te diste maña para atrapar tu primer pescado.
-¡Oh, sí; yo pensé que era un bebé de trucha!
- Y quisiste devolverlo al río. Pero era un robusto pejerrey de río ¡Qué gran presa para mi chanchita! Yo me sentí tan feliz y orgulloso. No tanto de la presa que lograste sino por el enorme esfuerzo y ahínco que pusiste en la pesca.
Este recuerdo, corazón, me repitió la alegría de ese día. Y esta alegría es permanente cuando estoy pescando para ti. La jornada de pesca se me hace, así, fácil y agradable.
Apenas atrapé un pescado, me vine corriendo y de dos saltos regresé para servirte el almuerzo.
Es por todo esto, hijita mía, que te digo que cada vez que te traigo una trucha, te traigo además mi experiencia, mi trabajo y mi alegre esfuerzo por ti.
Y es así con cada cosa que te traigo y que te enseño, pues para mí no hay nada más valioso y necesario que compartir mi vida contigo y nada existe que me haga sentir más feliz que criarte como mi hija.
-¿o sea que la trucha y las frambuesas sí son lo mismo realmente?
-Bueno. No son lo mismo, mi vida. Pero darte una u otra cosa tiene un mismo y gran valor para mí.
-¿Es igual a cuando yo te limpio las orejas?
-Exacto.
-¿O cuando te rasco el lomo?
-Sí, mi amor.
- ...O... Cuando conversamos despues de almuerzo y nos decimos cuánto nos amamos.
-¡Jo, jo, jó! ¡Qué rápido lo aprendes todo, hija mía!

No hay comentarios: